¿Sabías que el juanete (Hallux Valgus) no es genético?
Exacto, ¡así cómo lo lees! Según los estudios científicos más recientes esta afectación no depende de los genes de nuestra madre o nuestra abuela, aunque puede ser que ellas también lo tuvieran como tú. Los factores genéticos normalmente, en cualquier tipo de patología, pueden predisponernos a padecer cierto problema de salud, pero nunca serán el único factor responsable de que ese problema se manifieste. Es decir, son como una papeleta que heredamos al nacer y no podemos cambiar, pero no significa que vayamos a ganar la lotería sólo por tenerla!
Y entonces, ¿qué es lo determinante para que un problema de salud cómo, por ejemplo, el juanete, se manifieste o no? Será nuestra genética junto a nuestro contexto y a nuestro estilo de vida. La suma de estos tres grandes componentes nos dará el resultado final. Por ejemplo: mi madre, mi tío y mi abuela tienen juanete. Por lo tanto yo podré tener cierta predisposición genética, pero si cuido de usar un zapato adecuado, de que mis pies tengan buena movilidad, que sean capaces de soportar esfuerzos… pues reduciré mucho las probabilidades de desarrollar este problema.
Además, ¿te has fijado en el pie de un recién nacido? ¿Has visto alguna vez un recién nacido con juanetes? No, ¿verdad? Aunque pueda tener predisposición a tenerlos de adulto/a, los pies de los bebés siempre tienen los dedos bien abiertos, pueden mover cada dedito con facilidad y libertad y si los miramos desde abajo tienen una forma en V de modo que el talón es la parte más estrecha y la parte de la planta y los dedos es la más ancha. Esa es la forma natural de los pies, porqué es la más ventajosa para que nuestro pie sea funcional. Un pie donde los dedos son más estrechos que la planta (lo más común hoy en día), o incluso, algún dedo se superpone sobre otro, revela que suele estar apretado, poco móvil, poco libre y por lo tanto poco funcional. Además, en este escenario, es muy probable que haya algún proceso doloroso asociado.
Tener un pie con mayor superficie nos permite tener un buen equilibrio; la movilidad de tobillo y pie nos sirve para caminar bien en varios terrenos (regulares, irregulares, llanos, en pendiente…); la fuerza de los músculos del pie nos sirve para propulsar bien el peso del nuestro cuerpo a la hora de caminar y correr, etc. Este, junto a otros aspectos, sería un pie eficiente.
Entonces, ¿cómo es posible que todos nazcamos con los pies igual de abiertos y flexibles y luego surjan los problemas como juanetes, dedos en garra, fascitis plantar, pies planos, metatarsalgias, sudoración excesiva, etc.? Nuestros pies son la base que sustenta el cuerpo, y necesitamos una base sólida para que todo el resto del mismo tenga unos buenos cimientos sobre los cuales crecer y desarrollarse. Si la base sobre la que construimos el edificio se altera, no es resistente, lo más probable es que falle y derive en disfunciones en los propios pies o, incluso, en síntomas en otras zonas corporales, como por ejemplo rodillas o zona lumbar.
Normalmente, nuestra base empieza a sufrir deformaciones en el momento en el que empezamos a usar zapatos. Y no necesariamente zapatos muy malos, o de tacón, sino incluso zapatillas de tenis. Esto es debido a que el zapato convencional suele tener una forma ceñida en la parte delantera, que aprieta la planta y los dedos de los pies. No solemos percibir esta limitación porqué estamos acostumbrados a usar este tipo de zapato, pero si nos fijáramos en los pies de poblaciones rurales que no usan zapatos o en personas que lo usan muy poco, veríamos que sus pies tienen una horma más abierta, con un buen arco plantar, con una piel resistente a las texturas del terreno, etc. Todas ellas, herramientas que hemos perdido ya que el zapato convencional no nos permite sentir el suelo, su pendiente, ni su dureza, ni su textura, ni temperatura.
El zapato en su origen se inventó para proteger el pie de posibles daños causados por piedras u objetos cortantes y, de hecho, los primeros zapatos se fabricaban con cuero o materiales naturales lo suficientemente gruesos para proteger el pie, pero no tanto como para aislarlo totalmente del contacto con el suelo. El calzado que se fabrica hoy en día suele ser ajustado para, supuestamente, dar estabilidad al pie, con suelas gruesas, tacones más altos que la parte delantera, etc. convirtiendose así en la fórmula perfecta que deja nuestro pie encarcelado: sin espacio, apretados, sin flexibilidad, desplazando nuestro centro de gravedad hacia delante. La búsqueda de la estética y la supuesta estabilidad que nos aportan, nos hacen más torpes y acaban deformando y debilitando nuestros pies desarrollando así juanetes, pies planos, metatarsalgias, facitis plantar, etc.
En definitiva, los juanetes así cómo las demás patologías del conjunto de pie y tobillo, no son causadas sólo por nuestros genes, sino que vemos que hay otros factores muy importantes que finalmente determinan el surgir de estos problemas. La “mala” noticia es que cuidar de nuestros pies conlleva un cambio de hábitos y la buena noticia es que muchas veces buena parte de la solución es devolverles la libertad y funcionalidad que tenían cuando éramos pequeños y usábamos más nuestros pies.
No es recomendable aplicar de forma autónoma medidas como deshacerse improvisamente de las plantillas o empezar a andar descalzo todo el tiempo. Contacta siempre con un profesional sanitario reconocido para que te asesore en el proceso y así recuperar la salud de tus pies.